
Erich von Manstein, Victorias frustradas, traducción Manuel Picos Vilabella, Barcelona, Inèdita Editores, 2006.
Con el título de “Victorias perdidas” en 2006 se ha publicado en español el libro del Mariscal Erich von Manstein «Verlorene Siege». El título también se podría traducir -a mí me gusta más- como “victorias perdidas” o “victorias malogradas”, pero da igual: son las Memorias de un general del siglo XX, un militar de pies a cabeza, un genio de la estrategia, de la táctica y del manejo de los hombres agrupados en ejércitos.
El libro es de obligada lectura para cualquiera que desee aprender estrategia o táctica militar. En mi opinión, debería formar parte de la biblioteca de cualquier militar del Ejército de Tierra. Y el lector debería tenerlo bien subrayado, porque desde la página 1 hasta la última (la edición que he manejado tiene 781 páginas) hay lecciones de vida personal, de arte militar, de carácter y de bonhomía. No son lecciones que gusten a bolcheviques, dado que los derrotó con frecuencia, sino lecciones para gente de bien. Supongo que ni a los druidas y Vercingetorix les hubiera gustado la lectura de De bello Gallico de Julio César. Es una pena. Habrían debido leer el libro antes de meterse con él.
Von Manstein no es von Manstein: nació “von Lewinski” el 24 de noviembre de 1887 en Berlín, hijo del futuro general de Artillería y comandante en jefe del VI Cuerpo de Ejército, Eduard von Lewinski. Desde el mismo día de su nacimiento fue adoptado por el general Georg von Manstein, y de él tomó el apellido. Se educó en Estrasburgo y luego, entre 1900 y 1906, cursó estudios en el Cuerpo de Cadetes. Ingresó en el tercer Regimiento de Guardias en Berlín, cursó estudios en la Escuela de Guerra (1913 – 1914) y en la Gran Guerra fue ayudante en el segundo Regimiento de Reserva de Guardias. Luchó en Bélgica, Prusia oriental y Polonia del sur y fue gravemente herido en noviembre de 1914. Volvió al frente en mayo de 1915 como oficial ayudante y luego fue oficial en en los Estados Mayores de los generales Von Gallwitz y Von Below. Participó en la ofensiva de verano de 1915 en Polonia del norte y en la campaña de Serbia en el otoño de 1915 hasta la primavera de 1916. Participó en las batallas Verdún, Somme y Aisne. En 1917 fue destinado como primer oficial en el Estado Mayor de la 43.ª División de Caballería en Curlandia. En 1918 fue nombrado primer oficial del Estado Mayor de la 213.ª División de Infantería en el Frente Occidental. Participó en las ofensivas sobre Reims (1918) y en las batallas defensivas en el Frente Occidental hasta el Armisticio. A principios de 1919, fue destinado a la guarnición de la frontera sur de Breslau como oficial de Estado Mayor. Ingresó en la Reichswehr. Estuvo destinado en el Estado Mayor General y en el frente: primero como jefe de compañía en el un Regimiento de Infantería, y luego como comandante de un batallón de cazadores. En febrero de 1934, fue nombrado jefe de Estado Mayor de la 3ª Región Militar de Berlín. En julio de 1935, fue designado jefe de la Sección Primera (Operaciones) del Estado Mayor del Ejército. En octubre de 1936 fue ascendido a general de brigada y se le asignó el destino de primer jefe de Servicios del Estado Mayor Central y por tanto adjunto del jefe del Estado Mayor, general Beck.

El resto de su biografía se la ahorro, porque son sus Memorias: la pormenorizada historia de cómo el Grupo de Ejércitos Sur (Von Rundstedt, del que era jefe del Estado Mayor), tomó Polonia; diseñador del plan ofensivo que se ejecutó durante la “Blitzkrieg” (en la que no participó); comandante del LVI Cuerpo Panzer; comandante del Decimoprimer Ejército (conquista de Crimea, toma de la península de Kerch, conquista de Sebastopol a los rusos). Mariscal de Campo que aniquiló un ejército soviético en el lago Ladoga; comandante del Grupo de Ejércitos del Don (victoria de Jarkov, Operación Ciudadela, retirada del Dnieper). Por sus fuertes discrepancias con Hitler, éste le retiró el mando, y nunca más contó con él.
El libro se lee como la seda. Está muy bien escrito y muy bien traducido. La traducción, de Manuel Picos Vilabella, es excelente y sumamente cuidada.
Está escrito para militares, casi diría que militares de carrera. Es una explicación muy exacta, propia de un oficial de Estado Mayor, de cómo fueron las operaciones y los días, tanto en los periodos de máxima intensidad como en los momentos de asueto en medio de la contienda. Los avances por el barro -la «rasputitsa»-, las pernoctas, el modo de llevar la vanguardia o de organizar un ejército, son las constantes en el libro. A veces el relato es tan pormenorizado que parece una rendición de cuentas, y de hecho lo es, porque está escrito para los que fueron sus camaradas, desde el rango más bajo hasta el más alto, en una contienda en la que quienes dieron la vida unos por otros tienden a explicar sus peripecias.
Son especialmente emotivos los pasajes muy frecuentes en los que da cuenta de cómo cayeron sus camaradas: el sargento Nagel; su propio hijo, Gero von Manstein; su ayudante, el teniente Specht (“Pepo”); el coronel von Ditfurth; Egbert von Loesch… Él mismo no murió de milagro, como tantos otros Generales, en diversas ocasiones, que cuenta al por menor. La situación más difícil fue el ataque que dos cazas a una torpedera en la que viajaba, ocasión en la que murieron muchos, pero a él no le tocaron las balas. Son unas memorias de guerra: no cabe esperar otra cosa.

Considero especialmente valiosa su valoración de la psique de Adolfo Hitler, en cuanto que persona y en cuanto que dirigente militar, cuestión a la que dedica mucho detalle y muchas páginas. Como militar, no le perdona ningún error, pues al final las tácticas y errores de éste se encuentran en el origen de la derrota militar alemana. Y dentro de este apartado, es especialmente valiosa la opinión sobre los errores tácticos de Hitler en el Este, que von Manstein y otros millares de personas padecieron en primera persona.
Dado que lo más valioso de este libro, aparte del testimonio personal, es el testimonio militar, no sé qué pasaje debo resaltar, porque son muchísimas las páginas dedicadas a apreciaciones tácticas en las que se contienen lecciones de mando y modos prácticos de gestión de los ejércitos.
Dado que esta reseña se escribe en medio de la guerra de Ucrania, y dado que, si alguien combatió en Ucrania con éxito en el siglo XX fue Erich von Manstein, me permito señalar que sus tácticas victoriosas de entonces son las emuladas ahora en el terreno, y, de entre muchos, recojo este texto, que considero de gran interés, aunque el autor lo haya incluido en un pie de página, para entender cómo era Ucrania y cómo, por lo visto, sigue siendo:
“Mientras que en la Ucrania oriental, o sea en las regiones en donde la Administración había sido exclusivamente militar, apenas se había hecho perceptible el movimiento de partisanos, era en cambio sumamente intenso en las comarcas occidentales. Los extensos bosques que allí había no puede negarse que ofrecían excelente cobijo a estas bandas y condiciones magnificas para los asaltos a ferrocarriles y carreteras. Pero es indudable también que la política seguida por el comisario del Reich Koch no había hecho otra cosa que hostigar a la población y echarla en brazos de los forajidos. Estos francofusileros podían clasificarse en tres clases de partisanos: los soviéticos, que nos combatían a nosotros y aterrorizaban a la población pacífica; los ucranianos, que combatían a los partisanos soviéticos y dejaban en libertad, en cambio, a los alemanes apresados luego que los habían desarmado, y, finalmente, las bandas polacas, que hostilizaban a alemanes y ucranianos por igual. Tal era el caso sobre todo en el distrito de Lemberz, ya comprendido en la Galitzia, en el cual preponderaban los polacos en las grandes ciudades. Y los ucranianos en el campo. Este distrito a diferencia del resto del Gobierno General- había sido regido con sensata moderación por el comisario de distrito Wüchter, propicio a los ucranianos, pero sin dejar de proteger al mismo tiempo a la minoría polaca. Y así se explica que pudiera formar toda una división de voluntarios ucranianos”.
Página 707

En el juicio de Nüremberg fue declarado culpable de nueve delitos y condenado a 18 años de prisión. Los partidarios de Manstein en Gran Bretaña y Alemania protestaron por considerar que la sentencia fue injusta por tratarse de delitos no cometidos, siendo la decisión judicial en realidad política. La condena se redujo a 12 años en 1950. Fue excarcelado el 7 de mayo de 1953, con la excusa de problemas oculares, por causa de la presión de Winston Churchill, Konrad Adenauer, Liddell Hart, Paget y otros personajes célebres en las potencias vencedoras. El 20 de junio de 1953 en plena guerra fría habló en el Bundestag, donde se posicionó a favor de un servicio militar de al menos 18 meses. En 1955 publicó estas Memorias. En ese mismo año el Ministerio Federal de Defensa le llamó, junto con otros 10 diez antiguos generales para formular planes para la refundación del ejército alemán. En 1958 publicó Aus einem Soldatenleben, 1887 – 1939 (“De la vida de un soldado, 1887-1939”), sus memorias de juventud.
Murió en Irschenhausen (Bad Tölz-Wolfratshausen, Bavaria) el 9 de junio de 1973. Recibió sepultura con todos los honores militares y a su funeral asistieron cientos de militares de todos los rangos.