Conocí a San José María Escrivá de Balaguer cuando, como es evidente, no era santo. Nadie es santo en esta tierra. Pero era “un santo”. Un hombre muy cercano a Dios, que hacía llorar cuando hablaba de Dios. Fue un día de diario, el 24 de octubre de 1972, en el que en Retamar se suspendieron las clases para que quienes quisieran conocerlo pudieran asistir a una tertulia en Tajamar.
Conocí a Juan Jiménez Vargas, en bastantes tertulias, en el Colegio Mayor Aralar, en el que residí 4 años, en dos tacadas, la primera de 1975 hasta 1977, la segunda de 1984 a 1986.
Conocí a Vicente Rodríguez Casado en Estepona, en 1977, y en La Rábida.
Conocí a José María González Barredo, en 1985, él ya muy enfermo. Yo le cuidaba muchos días. Tenía la cabeza muy perdida pero no para la física. Todavía recuerdo cómo me hablaba de los primeros tiempos del Opus Dei, pero también de su “Definición subcuántica y ultramatemática de distancia-espacio-tiempo”, entonces un opúsculo mecanografiado, que me hacía leerle.
Conocí a Álvaro del Portillo porque siempre estaba al lado del Padre -de Josémaría Escrivá de Balaguer-, porque vino a España en 1976 y más veces, y sobre todo porque viví en Roma (Cavabianca) desde 1982 hasta 1984. Él acudía con frecuencia a vernos y yo teníá la suerte de ir con frecuencia a Villa Tevere. Era muy fácil coincidir.
Conocí a Francisco Botella, aunque muy poco: un día, por casualidad, en la Basílica de San Miguel, hice la cola del confesonario y fue él quien me administró el sacramento del perdón. Recuerdo muy bien aquélla confesión, y su actitud.
No conocí, y bien que me pesa, ni a Ricardo Fernández Vallespín, ni a Pedro Casciaro, ni a varios más de los que se citan en el libro.
Escuché a todos y cada uno de ellos su versión de la historia de España, de su vida personal y de la situación del Opus Dei durante la guerra civil española.
Hubo muchos testimonios más de otros muchos mayores, pero que vinieron a la Obra más tarde.
No me chocó nada de lo que dijeron porque, aunque en mi familia se hablaba muy poco de esos episodios, a mi abuelo Íñigo (Ignacio) Coello de Portugal Bermúdez de Castro, Comandante de Intendencia de la Armada, lo habían asesinado en Paracuellos de Jarama el 7 de noviembre de 1936.
Mi bisabuela y mi abuela salvaron la vida primero amparándose en una bandera cubana (mi bisabuela era cubana y mi abuela nació en la Cuba española) y luego -igual que Vicente Rodrígez Casado- gracias al cónsul de Noruega (Félix Schlayer). Mi padre y mis tres tíos, entonces infantes, también salvaron la vida gracias a Schlayer. En particular, a mis tíos Alonso y Álvaro los escamoteó Schlayer cuando querían llevárselos a Rusia. Fue Schlayer quien descubrió las matanzas de Paracuellos, que los comunistas ocultaban.
En aquéllas tertulias apasionantes, en las que solía sentarme junto a la chimenea, debajo de la Virgen, se palpaba el riesgo personal, el drama social, el hambre, la suciedad, el dolor, la muerte cercana… pero también la presencia de Dios. No eran tertulias contadas por gentes ajenas a una tarea sobrenatural, porque en todas esas historias, a diferencia de las pocas que yo había oído en mi casa, de lo que se hablaba era de la Obra. No de “mi problema” sino de una historia vivida en común.
Esas tertulias suenan en los oídos cuando se lee el libro de José Luis González Gullón ESCONDIDOS. El Opus Dei en la zona republicana durante la Guerra Civil española (1936 – 1939).
En las tertulias, en las que no tomábamos notas, para guardar los hechos relevantes, incluso el anecdotario, no había más remedio que fiar a la memoria lo que se pudiera. Todos echábamos en falta una fuente fidedigna.
Muchos años después, muchas tertulias después y muchos testimonios después, también de varios que se marcharon de la Obra, y sobre todo mucha investigación después, González Gullón, al que no tengo el gusto de conocer, ha puesto en el mercado una obra magna, a la que preceden no pocas investigaciones monográficas. Creo que a día de hoy es el más completo historiador de la Obra.
En esa época, la historia de la Obra es la historia de España. Por la sencilla razón de que sólo había gente de la Obra en España. Y esa faceta del libro no se puede pasar por alto. Los pormenores de los protagonistas de la Obra en este tiempo son los pormenores de la vida de cualquier otro en el mismo periodo, y, como el libro es muy costumbrista, porque está lleno de detalles vitalistas y anecdóticos, resulta esclarecedor para conocer qué fué lo que pasó y cómo se vivía en Madrid, Barcelona, Daimiel y Valencia durante los años de la Guerra Civil. Y también para conocer las causas del conflicto: para saber que a los curas los mataban. A los cristianos los masacraban. Las iglesias las cerraban. El culto lo prohibían. A Jesucristo lo odiaban. Recomiendo la lectura de este libro muy especialmente a quienes quieran conocer qué fue la Guerra Civil española y cuáles fueron las causas del conflicto. Al Generalísimo Franco apenas se le mienta. Tampoco a Sanjurjo, a Mola o a Batet. No es un libro de política ni de Guerra Civil. Es un libro de historia de la Obra. Pero la historia de la Obra es civil. Y no se puede prescindir del contexto. González Gullón no lo hace.
El libro está extraordinariamente bien documentado. Como todo buen libro de Historia, las citas son numerosas y comprobadas. Hay mucho estudio detrás del libro. No he encontrado ningún dato que esté mal. Sólo he localizado una errata.
Pondré dos pegas. La primera es que el paso de Álvaro del Portillo, Vicente Rodríguez Casado y Eduardo Alastrué por la sierra de Segovia está como acodado. La Guerra Civil se da por terminada y entonces se cuenta el paso. Fue al revés. El libro aquí se desacompasa, aunque no es grave defecto.
Y la segunda tampoco es realmente una pega. Porque el autor no ha podido operar de otra manera para elaborar este libro. La cuestión es la siguiente: el verdadero protagonista de la Historia del Opus Dei durante la Guerra Civil española es la propia persona de Jesucristo. Me explicaré:
El Opus Dei es de Dios y «esto es tan de Dios como lo demás». Para mí lo más llamativo de la historia del Opus Dei en este periodo fue el empeño de Jesucristo mismo por que el Opus Dei saliera adelante. ¿Cómo lo sé? Por la continua presencia de la Eucaristía -de la persona misma de Jesucristo vivo- en los bolsillos, literalmente en los bolsillos, en las carteras, en los pantalones, de los miembros del Opus Dei.
Durante la Guerra Civil -y cuanto voy a decir es patente en decenas de páginas del libro- la religión católica fue prohibida y la Iglesia masacrada. Pero Jesucristo mismo dijo en el día de su Ascensión: «Yo estaré con vosotros cada día hasta la consumación de los siglos» (Mateo XXVIII, 20). Y sucede que su palabra no puede fallar, porque «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mateo XXIV, 35). Así que al Omnipotente la Guerra Civil le daba igual. No iban a matar a ninguno que Él no quisiera que muriera. Él había decidido acompañar a sus fieles y se multiplicó en la Eucaristía, confeccionada a diario y administrada a diario por medios extraordinarios, garantizando el verdadero acompañamiento.
No tengo la más mínima duda de que todos y cada uno de los miembros de la Obra pudieron ser asesinados en cualquier momento. En el libro sobran anécdotas que lo revelan. Todos los protagonistas -todos sin excepción- estuvieron a punto de ser asesinados no una sino varias veces, y no obstante salvaron la vida. La Obra pudo terminar del modo más sencillo: con los asesinatos y la muerte. Millares de mártires canonizados lo acreditan.
Pero a ellos no les tocó. Estaba con ellos, con cada uno de ellos, no la suerte, sino el autor de su suerte, realmente presente, en sus bolsillos, en pitilleras, en carteras de documentación, en papel de fumar, en pañuelos, en un cajón… en trenes, en habitaciones, en la calle, en despachos, en cárceles, en legaciones, en embajadas… siempre acompañando al Opus Dei en sus orígenes.
El autor del libro en la nota 116 afirma que el fundador de la Obra, al concluir la Guerra Civil, propuso coordinar un libro de recuerdos eucarísticos de la zona roja y titularlo «Dios con nosotros». De ahí el título de este post. Que remeda, no sólo a San Josemaría, sino también a San Pablo: «¿Si Dios está con nosotros, quién estará contra nosotros?» (Romanos, VIII, 31 – 39).
En un primer momento, ese libro no se escribió. Por lo mismo que en mi casa no se hablaba del asesinato de mi abuelo: porque eran recuerdos demasiado recientes y dolorosos, y porque había muchas otras cosas más importantes que hacer. Ya le llegaría el tiempo, y en efecto, ha llegado: está hecho. Ahora. Es este libro. En el que queda acreditado, pero no sé si suficientemente enfatizado, que la salvación física de todos los miembros de la Obra viaja paralela a la Eucaristía, a la presencia real de Jesucristo en sus bolsillos. Literalmente.
No hace falta que les diga que este libro es de obligada lectura para quienes deseen conocer el ambiente de la segunda República, especialmente en Madrid, y la vida cotidiana en la zona republicana. Siguiendo los pasos de los primeros de la Obra, que a día de hoy están todos en el Cielo, y a los que me encomiendo, conocerán la verdad y conocerán a la Verdad. COMPREN EN LIBRO. LEAN EL LIBRO.