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Hilario de Poitiers, Tratado sobre los salmos.

Dice San Jerónimo, y tiene razón, que detrás de cada línea de la Sagrada Escritura hay un serafín, esto es, un ángel ardiente, dedicado al calor divino, que ilumina al lector y le hace arder en el amor divino. «Seraf» en hebreo no significa otra cosa que ardiente: el serafín pone ardor en el corazón, para la lectura provechosa y profunda de cada una de las líneas de la Sagrada Escritura.

Pero junto con los serafines hay hombres, personas como usted y como yo, que están especialmente cerca el Espíritu Santo y que tienen la capacidad de iluminar y calentar al lector cuando se acerca a las profundidades de Dios y de las cosas divinas.

Así hacen y así son los Padres de la Iglesia, a los que no se les cae de la boca a la escritura. Suele decirse que la tradición es la principal fuente de la revelación, siendo la segunda la escritura, aunque no pueda existir la una sin la otra. Yo digo que cuál será la primera y cuál la segunda -cual sea la más importante- carece de interés. Porque los padres no pronuncian verbo que no sea de la escritura. Están todo el día hablando y citando la Sagrada Escritura, hasta el punto de que importa tanto qué dicen como cuáles son las citas que hacen.

De entre los Padres, siempre he considerado que el mejor, para mi gusto, es San Atanasio. No ha habido ninguno que haya hecho vibrar más mi alma, hasta el punto de arrojar el libro al suelo, al encontrar bellezas literarias y teológicas inconmensurables escondidas en lugares profundos por los que jamás habría pasado sin su ayuda.

Pero me ha dado mucho gusto ver que hay más gente a su altura y que el problema lo tengo yo, que no he leído lo suficiente. Hilario de Poitiers para mí siempre fue el autor del De Trinitate, que es bastante teológico y muy, si se quiere, estructural, y por tanto un libro con cierto grado de aburrimiento, porque procura ser sistemático, y lo sistemático tiende a la rigidez. Pero en este libro de Salmos, en su comentario, la brillantez y la libertad de exposición y expresión de Hilario es absoluta.

Estamos ante otro gran Padre de la Iglesia, ante otra luz del Espíritu Santo, ante otro sol que vale la pena seguir y leer continuamente, porque ha habido muy pocos espíritus en el mundo que hayan tenido la capacidad de iluminar que tuvo Hilario, el obispo de Poitiers.

Tengo que decir una palabra también sobre el traductor. No tengo el gusto de conocer personalmente a don Agustin Lopez Kindler. Pero he oído hablar de él desde hace más de 40 años y puedo decir que nunca en mi vida he oído una sola palabra negativa o despectiva sobre el mismo. Ahora que he podido ver su obra como traductor, me quito el sombrero y manifiesto mi asombro ante la capacidad de traducir con exactitud y precisión de que hace gala, según es propio del mejor discípulo de Antonio Fontán, que es indudablemente su trasfondo académico y personal.

Añado a esto que su elaboración del texto crítico y su puesta en relación con otras fuentes, nuevas y antiguas, es excelente, por lo que estos libros tienen un doble mérito: uno el de Hilario de Poitiers, por supuesto, pero también el de Agustin Lopez Kindler, traductor, igualmente excelente y a la altura del autor. Una vez más hay que felicitar a la Editorial Vida Nueva por el esfuerzo editorial y económico que realiza para poner a disposición del público obras imperecederas, de una altísima calidad, que, de no ser por ellos, jamás estarían por aquí. Están cumpliendo una tarea a la altura de lo que hizo en su día la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) con muchos más medios.

Mi enhorabuena y mi bienvenida ante un trabajo tan bien hecho. Recomiendo esta lectura a todos aquellos que quieran gozar de las maravillas de Dios expuestas a los hombres por medio de los profetas.

Acerca de Íñigo Coello de Portugal Martínez del Peral

Íñigo Coello de Portugal Martínez del Peral está casado y tiene cuatro hijos. Se licenció en Derecho (Universidad de Santiago de Compostela, 1981) y en Sagrada Teología (Universidad de Navarra, 1984) y más tarde obtuvo el grado de Doctor en Sagrada Teología (Universidad de Navarra, 1985) y en Derecho (Universidad de Navarra, 1986). En 1989 ganó las oposiciones de Abogado del Estado y de Letrado del Consejo de Estado. Desde 1993 se dedica a la abogacía de negocios. Es Académico correspondiente de Jurisprudencia y Legislación desde 1991. Es Letrado Mayor del Consejo de Estado desde 2009. Ha fundado la red COELLO DE PORTUGAL ABOGADOS. Escribió en el diario económico EXPANSIÓN desde 1991 hasta 2011.

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