Con un poco de retraso, unos diez años, pero con mucho gusto, he leído el libro de Bertil TOREKULL, muy bien traducido por Carmen Montes Cano, sobre IKEA y su fundador ¿Por qué lo leo ahora, si el libro salió en España en 2008?
En la TV me quedé prendado de un reportaje sobre IKEA. Sobre su relación con los fabricantes y con los clientes. Sobre cómo organizan sus tiendas. Y quise saber más sobre el fundador, sobre Kamprad. Sobre todo, quise leer su testamento, ese texto, que el libro recoge autógrafo en las página 365 y siguientes. No sé leer el sueco, pero no importa porque en las páginas 377 y siguientes está entero en español. Empecé a leer el libro por ahí, porque a mí lo que me interesaba era lo que decía Kamprad, el espíritu de Kamprad, no el reportaje. La esencia, no la versión. Y el testamento recoge la esencia de modo excelente. Kamprad no es Kamprad por casualidad. Ikea no es Ikea sin Kamprad. Es muy importante, para entender el espíritu de Ikea, que probablemente es la idea fundamental del libro, comprender el espíritu de Kamprad. Que es el espíritu de Ikea.
El testamento de Kamprad lleva directamente al inicio del libro. A su vida. Y resulta que la vida de Kamprad, y antes la de su familia (que el autor describe de modo muy enrevesado) no fueron precisamente una vida de éxitos continuos y desde el primer momento. Kamprad lo pasó muy mal durante muchos años. Es ilustrativo su periodo de vendedor a distancia. Lo hacía así porque la red de distribución era más barata. Lo mismo que hoy en internet, pero entonces en el periódico.
Recomiendo la lectura del libro. A todo el mundo. Pero especialmente a los que tengan espíritu empresarial. A quienes quieren montar una empresa. Encontrarán muchas claves que les pueden ser útiles. A mí me parece que hay una clave que no revelan ni Kamprad ni Torekull en la vida de Ikea. No tengo la más mínima duda de que Kamprad, mientras vivió, por causa de su buen corazón, que es patente en el libro, fue bendecido por la Providencia. El mismo habla, sólo una vez, casi como a quien se le escapa algo, de que un “diablillo” (él le llama así, pero es un diablo bondadoso, lo cual es un contrasentido) le ilumina sobre lo que ha de hacer. Ojalá haya muchas más iluminaciones como esa. Las claves: la humildad en la gestión personal; la pobreza en el espíritu empresarial y el afecto en las relaciones humanas. Lean el libro. Les gustará.
La vida de Kamprad cambia cuando se concentra en la venta a distancia, no de plumas estilográficas y artículos baratos, sino de algo muy sencillo: muebles. En 1948 anunció por primera vez un mueble. Y luego vino todo lo demás. “El hogar de sus sueños al precio de sus sueños”. No quiero dejarles sin el placer de leer el libro pero es muy interesante comprobar cómo, con explicaciones pormenorizadas del autor, Ikea crece, no a pesar de las dificultades, sino a causa de las dificultades. Fueron los problemas su impulso principal. Problemas con la competencia. Problemas con los fabricantes. Problemas con la distribución. Problemas con los ladrones. Problemas con los políticos. Curiosamente, muy pocos problemas con el personal (Kamprad se demuestra como un hombre con un gran corazón, que no disimula sus afectos) y ninguno, que conste en el libro, con los clientes. Ikea, o sea, Kamprad, adora a sus clientes. El libro refiere todas estas aventuras, desde cómo surge el nombre de Ikea, que se decanta a lo largo del tiempo, hasta el follón de empresas que constituye Ikea. Ikea es todo menos sencilla. A causa de los impuestos. Es claro: cuando algo sale bien, todo el mundo tiende a socializarlo, esto es, a expropiarlo sin indemnización por medio de los impuestos. Kamprad también se defendió frente a esto.