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Psicoanálisis y autocrítica. Juan Luis CEBRIÁN, Primera página

La transición española está indudablemente marcada por una serie de personajes. Uno de ellos es Juan Luis Cebrián. Por eso he leído con mucho interés las memorias que acaba de publicar, que abarcan el período de su vida que va desde su nacimiento hasta el día en que dejó la dirección de el país para convertirse en el consejero delegado de Prisa. Como valoración general, mi opinión sobre el libro es bastante positiva, porque pienso que el autor es un buen intelectual, un gran trabajador, un gran periodista, un mejor director de periódicos y un escritor francamente bueno. De todos modos, supongo que los lectores de esta web tendrán interés en conocer mi opinión profunda sobre estas memorias, y por tanto tengo que explicarme un poco más.
 
Creo que estamos ante una mente muy autocrítica. También muy autoexigente. Cebrián es un hombre que se exige mucho a sí mismo. Por tanto, es crítico consigo mismo. Como además está apuntado a todos los valores de la progresía, se psicoanaliza al mismo ritmo que vive. Y como no puede evitarlo, sus memorias son psiconalásisis y autocrítica. Opera en términos extraordinariamente sinceros, no tanto con el lector cuanto consigo mismo. Lo cual es de alabar en un género de literatura, las memorias, en las que la mayoría de las veces los autores cuentan lo positivo pero ocultan lo negativo.
 
Con algunas personas es muy cruel porque ni las menciona. Por ejemplo, Jiménez Losantos. Con otras es desmitificadora, como con Pedro J. Ramírez, cuyos silencios editoriales en Diario 16 el día 23 F de 1981 son referidos con toda precisión. Con muchos es inmisericorde en la descripción, tanto de vicios como de virtudes. Su visión de Jesús Polanco o de Felipe González es francamente parcial.
 
Cebrián no nació izquierdoso sino todo lo contrario, hasta el punto de que, según confiesa, quiso ser sacerdote. Pero se ha hecho laicista, progresista, políticamente socialista y avanzado por sistema en cualquier clase de debate a base de cultivar amistades peligrosas. Yo creo que lo más llamativo del libro es que este factor autoindulgente no forma parte de su psicoanálisis. El enorme cambio de sus valores se lo perdona como si nada, hasta el punto de que se trasluce que a día de hoy no le cabe en la cabeza otra estética que la progre. Al cabo del tiempo, y después de haberse pasado años de su vida y páginas de sus memorias insultando a Franco, llega uno a la página 343 y se encuentra con sus verdaderas amistades y con sus admiraciones literarias, para encontrarse con que son esos sujetos, más la bohemia típica de los egresados de las escuelas de periodismo, las que le han llevado al descreimiento.
 
Es de mencionar elogiosamente el profundo respeto y admiración con el que habla de su padre, Vicente Cebrián, en muchas partes del libro.
 
No me ha gustado nada la indulgencia periodística y civil con que narra la ocultación fiscal que se produjo en la compra por parte de Jesús Polanco a Antonio Garcia-Trevijano, con intervención de Ramón Mendoza, Rafael Pérez Escolar y Darío Valcárcel, de gran parte de las acciones de la editora de El País. Sobre todo porque, según cuenta Cebrián, otro de los intervinientes fue Jaime García Añoveros, que había sido Ministro de Hacienda. En la operación, dice Cebrián, se soltaron 60 o 70 millones de pesetas en efectivo. Si eso es así, El País ese mismo día perdió todo derecho a publicar nada sobre delito fiscal, o a meterse con delincuentes de otro tipo, porque lo que se cuenta en el libro, por más que esté prescrito, es un delito fiscal. Del que El País no dijo nada, claro.
 
Sugiero las páginas 221 y siguientes como las más amenas. En ellas se cuenta una aventura de los GRAPO en la que figura como protagonista un hoy conocido derechista, a propósito del secuestro de Presidente de Consejo de Estado. No les digo quién es para no estropearles la sorpresa, ya que Cebrián relata esta secuencia al modo novelesco.
 
Me ha llamado la atención que el libro tiene sólo dos erratas. Se debe sin duda a que ha sido muy corregido, pues está escrito con pretensión literaria. Es lógico, tratándose de un académico de la lengua. Pero, aunque me parece un gran libro, no está tan bien escrito ni es tan brillante como Ortega Díaz-Ambrona, amigo de Cebrián, de cuyo «Memorial de transiciones» encontrarán también reseña en este blog. Ortega escribió unas memorias. Cebrián ha escrito una introspección. La crónica de su transición personal, no sólo política.
 
Tengo sin embargo la premonición de que, después de este ajuste de cuentas consigo mismo, como ha sucedido con tantas otras personas, Cebrián vuelva al lugar de donde en realidad nunca ha salido definitivamente: la identificación con el Ungido, al que no menciona en ninguna parte del libro, y sin embargo se percibe, o al menos así lo veo yo, que está presente en todas sus páginas como anhelo. El tiempo lo dirá.
 
Recomiendo la compra y lectura de este libro. No perderán el tiempo dedicándole buenos ratos a su lectura.
 

Acerca de Íñigo Coello de Portugal Martínez del Peral

Íñigo Coello de Portugal Martínez del Peral está casado y tiene cuatro hijos. Se licenció en Derecho (Universidad de Santiago de Compostela, 1981) y en Sagrada Teología (Universidad de Navarra, 1984) y más tarde obtuvo el grado de Doctor en Sagrada Teología (Universidad de Navarra, 1985) y en Derecho (Universidad de Navarra, 1986). En 1989 ganó las oposiciones de Abogado del Estado y de Letrado del Consejo de Estado. Desde 1993 se dedica a la abogacía de negocios. Es Académico correspondiente de Jurisprudencia y Legislación desde 1991. Es Letrado Mayor del Consejo de Estado desde 2009. Ha fundado la red COELLO DE PORTUGAL ABOGADOS. Escribió en el diario económico EXPANSIÓN desde 1991 hasta 2011.

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