«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello» (Mt. XXIII, 23). En mi opinión, las anteriores palabras del Dios hecho hombre para salvar a los hombres, del Ungido, del Emmanuel, de Dios con nosotros, compendian cuál debe ser la actitud del cristiano, de cualquier cristiano, frente a las injusticias sistemáticas, aunque se trate de injusticia social; de cuál debe ser la actitud del cristiano frente a lo que modernamente se llaman «estructuras de pecado». Creo por eso que el mensaje cristiano no es sólo espiritual, sino que del espíritu pasa a la realidad, y por tanto tiene una dimensión social. Y, en un estado democrático, al tener una dimensión social, también una dimensión política.
Por eso me ha gustado sobremanera la amenísima lectura del libro del Padre IMMA (Manuel, o Emanuel), sacerdote religioso carmelita descalzo misionero durante muchos años en el Congo belga, eso que ahora llamamos -él explica por qué en el libro- el Zaire, la República del Río. La actitud del padre Imma, en todo momento ajustada a la sacralidad de la religión cristiana, a la figura y la persona de Jesucristo, a la oración, a los sacramentos, tuvo en su predicación y en su vida el efecto, balsámico para los pobres de espíritu e insufrible para los depredadores sociales, de no olvidar en la predicación misionera la necesaria dimensión social a la que lleva la Justicia que predicamos los cristianos, que no es sólo para el otro mundo, sino también para este. No puedo yo olvidar que Jesucristo llamó explícitamene «zorra» a Herodes, ni dejar en el olvido sus alegatos frente a los fariseos y los escribas, lo que a la postre le condujo a una muerte de la que, sin dejar de ser esencialmente redentora, tuvo una dimensión social en su polis, tanta que fue la causa jurídica, el título, de su asesinato vestido de juicio: «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos». El que quiera recordar esto, que lea la pasión en cualquiera de los cuatro evangelios.
Y el que quiera saber cómo es una misión en el Congo, y cómo viven los pobres en las provincias orientales del Congo, o cuáles fueron las causas al por menor del conflicto entre batutsis y bahutus, el que quiera aprender cómo se mata (por necesidad, para dormir) una serpiente, o cómo se lucha contra la malaria y el mosquito anófeles, que lea al Padre Imma, el cual, ajustándonos al refrán, además de predicar, dio trigo. Me ha encandado la lectura y el conocimiento al por menor, aunque Imma no sea un literato, de cómo se vive y se muere en el Congo. De cuáles son sus costumbres. De cómo se oprime a la gente en el Congo.
No quiero seguir. Mis mejores deseos a la pronta y amplia difusión de este libro. Cómprelo y léalo. Encima, es barato. La verdad es que está muy mal editado y tiene muchas erratas. Pero eso en el contexto de un libro tan exótico e interesante, tan provocador ¿qué más da?
Doy gracias al Padre Imma por haberse dejado perseguir por las tinieblas en honor del buen nombre de nuestro Señor Jesucristo.